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Nos jugamos la democracia

El adelanto electoral anunciado hoy por Pedro Sánchez tras la victoria del PP en las elecciones municipales y autonómicas marca por completo la actualidad política. Mañana se disuelven Las Cortes, se finiquita el primer gobierno de coalición de la democracia y sin sorpresa alguna, sube la bolsa en una clara apuesta por el cambio político de la mano de la derecha. Sánchez no ha querido sufrir el desgaste de seis meses de gobierno con un ecosistema mediático claramente contrario a su gestión y con un PP venido arriba. La convocatoria electoral traspasa el foco de las municipales a una disputa de tú a tú entre Sánchez y Feijoo, en un intento no disimulado de recomponer el bipartidismo imperfecto que tantos parabienes le garantizó a las élites y que ha sido un sostén institucional del régimen del 78 durante décadas.

Hay cierta tendencia a minusvalorar la importancia de las elecciones municipales. Se suele olvidar que en España unas elecciones municipales abrieron un proceso constituyente que determinó la historia contemporánea, como fue el caso de la II República. En una dinámica donde la administración autonómica y local concentran casi la mitad del presupuesto estatal es muy complicado garantizar la gobernabilidad del estado sin contar con ese apoyo territorial. Muchas leyes generales tienen que ser aplicadas por los gobiernos autonómicos y locales. Por tanto, la audaz e incluso, temeraria, decisión de Sánchez, tiene cierta lógica, más allá de las racionales elucubraciones tácticas.

El azul coloreó la tierra

La tierra se coloreó de azul ayer tras la victoria del PP en las elecciones municipales. A nadie se le escapa que un partido que gana las municipales está muy bien situado para llegar a la Moncloa. Y el PP va a gobernar en siete de las 11 comunidades en disputa y en 30 de las 52 capitales, arrebatándole 13 capitales al PSOE y obteniendo 800.000 votos de ventaja. Todo indica que va a resultar muy difícil en 54 días cambiar este panorama, pero ahí está el reto. No nos jugamos sólo un gobierno, que ya es mucho, nos jugamos la democracia. Nos jugamos los derechos democráticos, los derechos sociales, las conquistas de estos años que han hecho historia. Y tenemos que estar dispuestos para ir a esa batalla con todo el arsenal. Y para hacerlo bien, hay que entender lo que ha ocurrido, o más bien, lo que viene ocurriendo en Andalucía y España en la última etapa. No aporto nada al afirmar que épocas reaccionarias como la que vivimos necesitan de dos imperativos: conservar el ideario emancipatorio y hacer un mayúsculo esfuerzo por la unidad.

En mi artículo, Elecciones andaluzas: un balance ya avanzaba algunos elementos que regulan la última etapa, a los que a modo de conclusión añadiré algunos elementos finales. En esa entrega afirmé:

«El escenario pre-electoral estaba condicionado claramente por algunas evidencias que se han ido desarrollando en la última etapa. Un primer elemento es el giro a la derecha que se ha venido produciendo en la sociedad andaluza en los últimos años. En encuestas y sondeos, la mayoría de la población andaluza que se situaba en el centro izquierda elegía como su nueva opción el centro derecha. Este giro se viene materializando en las diferentes citas electorales».
En 2015, la suma de PSOE, Podemos Andalucía e IU alcanzó el 57,16%% del voto en Andalucía. En 2022 bajó al 36,35%. Por su parte, la derecha, que en 2015 solo consiguió el 36,5% de los votos, en 2022 alcanza el 59,88%. Es decir, se ha producido en tan sólo siete años una transposición del peso electoral de cada bloque. Esta tendencia continúa, sigue viva y lo peor se ha trasladado a las municipales y se ha extendido por gran parte de la geografía española. Y es una consecuencia directa de la derrota cultural de la izquierda. Se habla de oleada reaccionaria y es más bien una tendencia que viene manifestándose desde hace tiempo en la escala internacional con diferentes grados y desarrollos en el ámbito nacional.

No se trata de algo puntual, de una cierta irrupción espontánea, es una tendencia asociada a factores objetivos que tienen que ver con decaimiento del neoliberalismo y los retos que afronta la humanidad a nivel global. El aumento del totalitarismo, el recorte de libertades, el creciente autoritarismo, los aires de guerra y violencia política ensombrecen los escenarios futuros y nos ponen en guardia de lo que viene. La democracia no es un dogma de fe, es el resultado de una concreta correlación de fuerzas en un contexto y época determinada. Los derechos políticos y sociales no son regalados por los poderosos, no son parte de un ideario filantrópico, son fruto de enormes luchas y esfuerzos individuales y colectivos. Y, por tanto, las conquistas sociales y democráticas mutan, dependen de la realidad política y social. En el libro de Carlos Taibo, Ecofascismo, se retrata un posible escenario futuro demoledor no exento de base real.

Esta tendencia general de derechización de la sociedad no surge por generación espontánea. Tiene mucho que ver con la concentración mediática en unas pocas manos y en el martilleo continúo, sistemático, contra las opciones emancipatorias, como la que representa Podemos. La capacidad de la derecha mediática de situar relato en plena campaña electoral no nos puede sorprender a estas alturas. Y poco pueden las redes sociales que ya no tienen el poder de antaño (en este artículo lo explico: Las redes del odio) a la hora de contrarrestar el poder de la agenda setting. Si a éste poderoso adversario que te fulmina en un titular se le une la conjunción de intereses de la sagrada familia (fiscales, jueces, policías, gobernantes, etc) durante años es todo un milagro seguir vivo políticamente.

Pero, sin embargo, esto no explica todo. Puesto que antes que Podemos fuera fustigada por los mass-media lo fue EH Bildu y acaba de ganar las elecciones municipales en la Comunidad Autónoma Vasca. ¿Cuál es el secreto de que la izquierda abertzale exista y crezca? Para comenzar, su tejido social. Multitud de organizaciones de base de Sortu y de los partidos coaligados, gran capacidad de inserción y penetración en muchos sectores sociales (juventud, mujer, mundo del trabajo, movimiento vecinal, solidaridad, ecologismo, etc.) y sobre todo, un conglomerado de medios de comunicación propios a todos los niveles. ¿Y se pelean? Pues claro que sí, pero también saben llevar los debates en el interno sin que contamine al espectro electoral, no resuelven sus diferencias delante de un telediario.

Tampoco quiero hacer entender que todo se deba a factores objetivos y qué nada tuvimos qué ver en esta catástrofe electoral. Para nada son buenas las autoabsoluciones. Nunca perdamos el espíritu crítico. Las gentes que queremos transformar la realidad en un sentido progresista debemos entenderla primero. Y entenderla bien. Hay factores objetivos y también los hay subjetivos, y a esos acudo ahora. La falta de entendimiento de la izquierda coherente, el innecesario ruido mediático, los cierres en falso de los debates, la nula agilidad para gestionar la pluralidad interna, los excesos de centralismo, el poco cuidado hacia la territorialidad no contribuyen a que las maquinarias estén engrasadas, a que las militancias estén ilusionadas y puedan contaminar capilarmente la ilusión a sus periferias. Y sin ilusión, no hay músculo. No hace falta decir más.

Qué hacer

No es tiempo de regates a corto plazo. Urge entendimiento y altura de miras. Sin mirarse el ombligo ni perder tiempo. Hay partido, hay batalla y hay posibilidades. Es difícil pero no imposible. Expulsemos los cainismos, pongamos sensatez. Nos la jugamos, ni tan siquiera el proyecto, nos jugamos mucho más. Nos jugamos los derechos democráticos y sociales. Si gana la derecha, con el despliegue de todo su blindaje mediático, intentarán como lo están haciendo en Francia y en muchos otros países, recortar derechos. Estamos a tiempo de hacer todo lo posible para que ese escenario no se produzca.

Ciertas conclusiones

La ventana de oportunidad que abrió el ciclo post 15M fue mucho más ancha y profunda de lo que originalmente pronosticaron los fundadores de Podemos, pero igualmente el cierre de ese ciclo de posibilidad abre una etapa más reaccionaria de lo que a priori se percibe. Como ha dicho en muchas ocasiones Rafa Mayoral, es posible el advenimiento de la república como expansión del horizonte democrático, pero quizás tengamos que sufrir un período reaccionario previo.

No hubo tanto una crisis abierta de régimen, como un cierto deterioro del mismo. Un régimen se sostiene por un cúmulo de herramientas que lo mantienen: el papel de los mass media, el estado profundo, pero también las fuerzas políticas y sociales. No he visto a las dos fuerzas políticas principales, PP y PSOE, sobre todo a esta última, cuestionando la monarquía ni la unidad de España, bases incuestionables del pacto de la Transición.

El nivel de frikismo y exotismo existente en algunos espacios de la izquierda transformadora es inversamente proporcional a la incapacidad de construir hegemonía cultural y política en el afuera. Telegram no es un espacio de militancia. Los espacios de militancia y compromiso son las asociaciones de vecinos, las AMPAS, los sindicatos, los colectivos sociales, las organizaciones de base de los partidos, las mareas, las campañas y movilizaciones, es decir, los espacios reales.

 

 

 

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