La democracia a salvo, de momento
El 23 de julio de 2023 pasará a la historia por la noche de vértigo que se vivió en millones de hogares. No se jugaba sólo un gobierno de progreso, el primero en coalición de la democracia española. No se jugaba sólo la consolidación y ampliación de unos derechos recién conquistados. Se jugaba la propia esencia de la democracia. La posibilidad de que la extrema derecha pudiera acceder al gobierno, por primera vez, desde la restauración monárquica, constituía una particular espada de Dámocles para la institucionalidad democrática.
España no es una democracia ejemplar. Más bien se trata de una democracia de baja calidad. Dispone de un sistema electoral injusto que penaliza a las minorías; de un aparato judicial que se permite sabotear leyes y que incumple la propia Constitución; de un ecosistema mediático en manos de un oligopolio al servicio de las élites; de un estado profundo muy venido arriba… en ese contexto, que haya ministros del partido del cuarto cubata en el gobierno suponía un notable peligro de recorte de libertades y derechos, una amenaza real para la convivencia democrática.
Vox no sólo es el reflejo de una tendencia política que hemos naturalizado llamarla trumpismo como encarnación de una ola reaccionaria global. También representa la salida autoritaria a la crisis de régimen, con ilegalización de partidos y aplicación del 155 como medidas estrella. Además, la posible coalición PP-Vox no guardó las apariencias, dejaron bien claro su afán derogatorio desde el minuto uno, lo que levantó las alarmas.
El peligro, por tanto, era evidente y la noche de ayer, de momento, disipó muchas preocupaciones en millones de miradas y corazones. De momento, insisto. El electorado propició ayer una oportunidad para alejar ese peligro. La esperanza venció al miedo, por la mínima, eso sí. Depende de muchos factores poder aprovechar esa oportunidad. Y la cosa no resulta fácil. Sin quererlo ni proponérselo, la figura clave de la noche es un exiliado político que proclamó la independencia de Catalunya llamado Puigdemont. Así de compleja y caprichosa es la realidad.
En el marco de este complejo laberinto, el estado profundo ya ha comenzado a actuar. Se ha detenido a Clara Ponsatí y la fiscalía del Supremo ha solicitado al juez Llarena una nueva orden de búsqueda y captura internacional contra Puigdemont. Se antoja que los poderes de verdad no van a poner fácil la reedición del gobierno de coalición progresista. De momento, la bolsa ya se ha posicionado bajando un 1,5% ante la indefinición política actual y la posibilidad de refresco del gobierno de coalición.
¿Se ha parado la derechización de la sociedad?
El PP obtuvo en 2019, 5.019.869 votos, un 20,82% y 89 escaños. Ayer, ganó tres millones de votos, casi 13 puntos y 47 escaños más, concretamente obtuvo 8.091.840, un 33,05% y 136 escaños. Vox, en cambio, ha pasado de los 3.640.063 votos, el 15,09% y 52 escaños a 3.033.744, el 12,39% y 33 escaños. Es decir, ha perdido, 600.000 votos, casi tres puntos y 19 escaños menos. Hay que recordar que Cs no se ha presentado pero obtuvo, en 2019, 1.637.540 votos, un 6,79% y 10 escaños. En 2019, este bloque conservador, junto a Coalición Canaria y Navarra Suma, alcanzó 10.519.901 votos, con el 43,62% y 155 escaños. Ahora, este bloque obtiene 11.292.066 votos, el 46,11% y 171 escaños. Es decir, ha ganado 770.000 votos, 2,49 puntos y 16 escaños.
Los datos apuntan que las mayorías absolutas conseguidas en Andalucía y la Comunidad de Madrid que señalaban un camino de ascenso electoral para el bloque conservador, que fue corroborado por las municipales y autonómicas de hace dos meses, continúa vivo aunque ha perdido fuelle. La apuesta del adelanto electoral le ha dado buenos resultados a Pedro Sánchez que ha subido en votos, porcentaje y escaños. El PSOE, en 2019, obtuvo 6.752.983 votos, un 28% y 120 escaños. Ahora, el PSOE ha subido a 7.760.970, un 31,70% y 122 escaños. Es decir, ha ganado más de un millón de votos, cerca de cuatro puntos y dos escaños. La coalición Sumar que conjuntaba el voto de Unidas Podemos, Compromís y Más País de 2019, ha pasado de los 38 escaños a 31, de 3.676.220 a 3.014.006 y del 15,25% al 12,31%, es decir, ha perdido siete escaños, 660.000 votos y casi tres puntos. Este bloque progresista, en conjunto, en 2019, consiguió 10.429.203 votos, el 43,25% y 158 escaños. Ahora, se sitúa en 10.774.976 votos, 44,01% y 153 escaños. Es decir, ha ganado 345.000 votos, 0,76 puntos y ha perdido cinco escaños. Si a este bloque progresista sumamos los votos de las izquierdas periféricas, es decir, al BNG en Galicia, a EH Bildu en el País Vasco y a la CUP y a ERC en Cataluña, se alcanzan los 11.882.342 votos, un 48,28% y 167 escaños.
Los 12 escaños restantes corresponden al PNV y a Junts, los dos partidos nacionalistas de centro, del País Vasco y de Catalunya. Ambos partidos no son proclives a sumar con el bloque conservador por varias razones evidentes. En el caso de Junts, su líder, Carles Puigdemont, fue objeto de la represión estatal dirigida por el Gobierno Rajoy. Y en el caso del PNV, ha sufrido hasta amenazas de ilegalización por parte del socio preferente del PP, el partido de Abascal. Lo cual no quiere decir que ambas fuerzas se sumen de manera automática a una posible investidura de Pedro Sánchez. Dicha investidura entra dentro de lo previsible pero, sin duda, costará arduas y complejas negociaciones que, además, no supondrán necesariamente estabilidad en la legislatura.
En el caso de que dicha investidura no saliera adelante y se impusiera el bloqueo, tendríamos que afrontar un nuevo proceso electoral a finales de año, siguiendo el procedimiento establecido en el artículo 172.2:
«Si transcurren dos meses a partir de la primera votación de investidura y ningún candidato propuesto hubiere obtenido la confianza del Congreso, el Presidente de la Cámara someterá a la firma del Rey el Decreto de disolución de las Cortes Generales y de convocatoria de elecciones y lo comunicará al Presidente del Senado.»
Y, en este caso, la experiencia enseña que suele producirse una concentración de voto útil en torno a las grandes opciones. Y, quizás, en esa ocasión no tengamos una Silvia Intxaurrondo que salve una campaña, contradiga al candidato popular y haga periodismo serio poniendo coto a mentiras y bulos. El tiempo dirá.
En el escenario político vuelve a pintarse, a brocha gorda, un bipartidismo imperfecto, con dos grandes opciones que se turnan en el gobierno, PSOE y PP, junto a otras dos opciones más pequeñas situadas a su izquierda y derecha. El tablero político se complementa con la existencia de varias formaciones nacionalistas de centro e izquierda. Un escenario, a grandes rasgos, parecido al que ya existió antes de la irrupción de Podemos y el colapso del bipartidismo.