Qué fue el «socialismo real»
El 9 de noviembre de 1989 se quebró el Muro de Berlín, que había dividido a la ciudad durante casi 30 años. Desde ese momento empezamos a asistir a una nueva situación mundial. El esquema bipolar que se implantó tras la 2ª Guerra Mundial se agrietó definitivamente. La causa principal de este cambio en las relaciones internacionales fue el colapso del segundo mundo, el ‘socialismo real’.
El ‘socialismo real’, el campo socialista, el bloque soviético, el mundo comunista… recibió todos estos nombres, se puede definir como el conjunto de estados donde el capitalismo había sido derrocado y se había producido la expropiación de las grandes empresas privadas, nacionalizándose la economía, al mismo tiempo que por diferentes vías el poder político quedó en manos de partidos comunistas o similares. Estos estados fueron la antigua Unión Soviética, China, Europa del Este, Vietnam, Cuba, etc.
Sin embargo, hoy en día, todos esos países, sin excepción, han experimentado un proceso completo o en parte de restauración del capitalismo. Lo que nos hace preguntarnos sobre su naturaleza real. Es obvio que si hubieran sido estados socialistas no habrían experimentado una contrarrevolución capitalista como la que se vivió en la antigua URSS y en la Europa del Este. Y mucho menos, conduciendo las propias élites que detentaban el poder esa transición hacía atrás en la historia. Un retroceso histórico de tal magnitud no hubiera sido posible en un auténtico régimen socialista.
La restitución por la vía rápida del capitalismo en Rusia y Europa Oriental, una vez desmantelada la URSS, fue una enorme tragedia humana. La depresión económica que sufrió Rusia, el capitalismo salvaje y gansteril que propició Yeltsin, tuvo las mismas consecuencias que una guerra con millones de víctimas: la esperanza de vida en los hombres rusos bajo más de 10 años. Las fuerzas armadas llegaron a vender armamento al mercado negro para poder alimentar a las tropas. La prostitución se generalizó en muchas ciudades, aparecieron las mafias, la innovación científica se detuvo, la cultura desapareció. Corrientes políticas de extrema derecha comenzaron a ganar adeptos en la juventud mezclando el discurso patriótico y los prejuicios contra homosexuales y minorías étnicas. La transición salvaje al capitalismo costó millones de vidas y forjó las grandes fortunas rusas de hoy que se aprovecharon de la privatización de las grandes empresas públicas mediante la compra de bonos con dinero sucio procedente del mercado negro.
Paso atrás en la historia
Dejemos claras las cosas. La desaparición de la URSS y de otros países del llamado «campo socialista» constituyó una gran derrota histórica para las fuerzas de progreso en todo el mundo. En el Occidente industrializado, las élites económicas y políticas no vieron ya la necesidad de contraponer un Welfare State a los avances sociales de los países del Este y se embarcaron en políticas salvajes de privatización de servicios públicos y de recortes sociales, estableciendo el neoliberalismo como dogma de fe. Algo que seguimos pagando hoy en día.
En los países empobrecidos del Tercer Mundo se retornó a políticas de recolonización y prácticamente todos los movimientos de liberación nacional terminaron entregando las armas y pactando su incorporación a la vida política institucional, algo que también ocurrió en Europa.
La caída del segundo mundo representó, por tanto, un cambio en la correlación de fuerzas en sentido desfavorable para la clase trabajadora internacional y para los pueblos que luchaban por su independencia real frente al imperialismo y el neocolonialismo. Interesa, por tanto, conocer su morfología económica, social y política para poder entender los procesos que degeneraron en una salida tan dramática.
Hoy, poca gente duda de que el desarrollo económico y tecnológico es la fuente del desarrollo general de una sociedad. El capitalismo es un sistema caduco que no puede seguir desarrollando la sociedad porque las fuerzas productivas, es decir, la energía de la sociedad, se ve frenada por dos grandes obstáculos: el estado nacional y la propiedad privada de los medios de producción. Es un sistema que ha puesto en peligro la propia existencia de la vida en el planeta al depredar el ecosistema que nos permite desarrollar nuestra existencia. Los grandes avances conseguidos fueron a costa de sufrimientos inmensos, como las dos guerras mundiales, numerosas dictaduras, esclavización de pueblos enteros, desempleo masivo, etc.
La propia anarquía productiva del capitalismo, consustancial a este modelo, le impide superar sus crisis cíclicas de sobreproducción. Es la propia extracción de plusvalía a la que se ve sometida la clase trabajadora la que le impide a ésta que pueda absorber como consumidores la producción completa. Sin embargo, en un sistema donde la economía está nacionalizada y se dispone de una planificación económica democrática no debería producirse una crisis económica. Veamos el ejemplo de Rusia.
Del zarismo feudal a a la disputa de la supremacía mundial
Este país pasó de una dependencia semicolonial durante el zarismo a disputarle al coloso norteamericano la supremacía mundial. Y eso fue debido a las ventajas de la economía planificada. En los ’60 y ’70, la economía soviética era muy compleja y enorme, producía un millón de artículos diferentes y logró, con dos guerras de por medio, en tan sólo unas pocas décadas, alcanzar los primeros puestos mundiales. Sin embargo, la experiencia demostró que sin la participación democrática del pueblo en la elaboración y ejecución del plan económico es totalmente imposible gestionar adecuadamente una economía tan compleja. Sin control democrático, sin sindicatos libres, sin libertad de expresión, la corrupción, el despilfarro, la ineficacia y el nepotismo florecían por doquier.
A finales de los ’60, la propia prensa oficial soviética denunciaba el caso de un pozo de gas recién descubierto en Siberia que no se pudo explotar debido a que las autorizaciones de 37 ministerios llegaron tarde y el gas sufrió una fuga y terminó perdiéndose. También denunciaba que la mitad de los viajes hechos por camiones de transporte lo hacían sin carga, lo cual era un despilfarro inaudito.
El Viceministro de Pesca en la era Breznev fue ejecutado por corrupción en 1982. Era el cabecilla de una red ilegal de tráfico de caviar hacia Occidente oculto en latas de arenques. Este burócrata acumulaba enormes sumas de dinero en Suiza y muchas propiedades repartidas en todo el mundo. Otros 100 altos burócratas fueron detenidos en la estafa. Otro ejemplo fue el de un grupo de funcionarios del Ministerio de Finanzas que se apropiaron durante 15 años de los salarios de una empresa fantasma de más 1.000 trabajadores supuestamente localizada en Moscú.
No por casualidad, Lenin antes de morir, estaba tan preocupado por desarrollar lo que el llamó la Inspección Obrera y Campesina, pensada precisamente para combatir la corrupción. La corrupción oficial era la madre del mercado negro. Cerca de la mitad de la producción agrícola de las grandes granjas colectivas, los sovjos, desaparecía en el corto viaje que existía entre las plantas productivas y los almacenes estatales, creando escasez en la distribución de los supermercados oficiales y alimentando el mercado negro a precios abusivos.
Para que una economía planificada compleja y moderna funcione debe existir una participación activa y democrática de los agentes productivos y del propio pueblo trabajador en un ambiente de construcción colectiva del futuro. Y esto no existió. Veamos caso a caso.
Rusia
En el caso de Rusia se vivió un proceso de revolución socialista basado en la clase obrera que fue dirigido conscientemente por un partido marxista revolucionario, el partido bolchevique. Sin embargo, debido al aislamiento exterior de la revolución, del atraso histórico y la guerra civil, el recién creado estado obrero revolucionario ruso fue cayendo en manos de una burocracia parasitaria que acabó con cualquier atisbo de poder obrero. Los propios soviets, estructura de doble poder que permitió encauzar la destrucción del estado zarista y la conformación del nuevo poder revolucionario, terminaron convirtiéndose en estructuras anquilosadas y vacías de poder real. La exitosa dictadura del proletariado de los inicios terminó pronto transformándose primero en una dictadura sin el proletariado para luego coronar en una dictadura burocrática sobre el proletariado. Pero esto, no estaba, en absoluto, predeterminado.
Pocos meses después del triunfo de la Revolución de Octubre, se desarrolló una guerra civil con intervención extranjera. La revolución que había sido prácticamente pacífica fue ahogada en sangre. 14 ejércitos extranjeros (ingleses, japoneses, franceses, norteamericanos,…) invadieron la Rusia revolucionaria apoyando a las tropas blancas contrarrevolucionarias, iniciándose la guerra civil que duraría tres años. En un estado de guerra, con la revolución acosada por todos los frentes no hubo otra salida que suprimir ciertas libertades, lo que condujo finalmente a la sustitución de la clase por el partido, del partido por su dirección y de su dirección por su líder.
No se descubre algo nuevo al afirmar que la cabeza visible de esa burocracia que se alzó contra el poder de los trabajadores fue Stalin, que terminó implantando un régimen de terror policíaco-militar, que fue eliminando paulatinamente las conquistas de la revolución en su ámbito más político al mismo tiempo que asesinaba a sus propios compañeros. De hecho, del Comité Central bolchevique que dirigió la revolución, pocos se libraron de la represión estalinista.
Conviene recordar, sin embargo, que en la Rusia revolucionaria pre estalinista no existía un régimen de partido único. Había pluripartidismo y libertad de prensa. El primer gobierno de Lenin fue un gobierno de coalición entre bolcheviques y eseristas de izquierdas. Bujarín, líder de los llamados «comunistas de izquierda», se opuso al Tratado de Brest-Litovsk con Alemania en 1918 y publicaba el periódico Kommunist contra la línea mayoritaria de Lenin.
Europa del Este, China, Cuba, Vietnam
Las revoluciones posteriores a la rusa ya no tomaron el modelo de Lenin. Las revoluciones china, cubana,… al igual que los procesos de Europa Oriental no fueron revoluciones socialistas dirigidas por una vanguardia obrera organizada en un partido marxista disciplinado y combativo. En el caso de la Europa del Este, el ejército soviético en su arrollador avance militar contra la Alemania nazi puso en el poder a la resistencia comunista local que luchaba contra el fascismo.
En el caso de China, el partido comunista de Mao desarrolló una guerra campesina primero contra el imperialismo nipón y posteriormente, contra el Kuomintang, que representaba los intereses de la burguesía china y Occidente. En Vietnam, el partido comunista de Ho Chi Minh desarrolló una lucha contra la ocupación japonesa y posteriormente, contra el retornado poder colonial francés. En ambos casos, el sujeto fue el campesinado y no la clase obrera industrial.
En Cuba, la revolución se desarrolló principalmente como una guerra de guerrillas que buscaba acabar con la dictadura de Batista y establecer una Cuba moderna y democrática. Castro no buscaba conscientemente el socialismo, en un primer momento. Se vio prácticamente obligado a conducir la revolución por una senda socialista ante el acoso sufrido por la superpotencia que tenía a 90 millas, los EEUU.
Ni en China, ni en Cuba, ni en Vietnam se desarrolló una revolución socialista dirigida conscientemente por un partido obrero revolucionario y, sin embargo, en todos estos países se derribó el poder de los capitalistas y terratenientes, se expulsó al imperialismo y se llevó a cabo la revolución agraria. La implantación de la economía planificada condujo a resolver el problema del hambre y el desempleo para millones de personas, que en el caso de China pasaron, prácticamente, de la servidumbre feudal a la modernidad.
La diferencia fundamental entre un régimen socialista sano y la deformación grotesca del estalinismo reside en que en el primer caso la clase obrera tiene el control del aparato del estado y del gobierno y puede, por tanto, dirigir los destinos de la economía y la sociedad. En un sistema estalinista los trabajadores no son protagonistas de su destino y son relegados, en el mejor de los casos, a la ratificación pasiva de los decisiones tomadas por un círculo de burócratas y funcionarios estatales.
Transición al socialismo bloqueada
Todas estas experiencias conformaron un tipo de estado donde el capitalismo fue eliminado pero cuya transición hacia el socialismo se vio bloqueada por el correlación de fuerzas internacional, el acoso del imperialismo y la propia miopía de la burocracia. Sirvan de ejemplo de esta miopía la guerra fronteriza en los ’60 entre China y Rusia o las invasiones soviéticas de Hungría en el ’56 y Checoslovaquia en el ’68. Vimos, también, como China invadía Vietnam en los ’80. De igual modo hay que poner en valor el internacionalismo que también desarrollaron. Como fue el del gobierno cubano en la guerra de Angola y su apoyo a muchos movimientos de liberación. O el caso de China en la guerra de Corea.
En definitiva vimos como, en ocasiones, cada burocracia defendía su coto de caza particular, su esfera de influencia y de poder, practicando un nacionalismo estrecho y provinciano y olvidando las más básicas enseñanzas de Marx y Engels sobre el internacionalismo y la necesidad de la unidad internacional de los trabajadores frente a los capitalistas. Y en otras ocasiones, desarrollaron activamente el internacionalismo solidario.
Se ha calculado que sin el lastre burocrático el desarrollo económico alcanzado hubiera sido muy superior. Tres países como China, Rusia, Vietnam, junto a la Europa oriental, podrían haberse unificado en una Confederación Socialista que hubiera alcanzado medio mundo. Sin duda, la humanidad hubiera dado un paso de gigante. El hecho que un proyectil no dé en el blanco no invalida las leyes de la balística. Habrá más ocasiones.